
A fuerza de vivir aprendió…
A fuerza de vivir aprendió que muchas son las personas que pasaron por su vida, pero pocas le dejaron su huella; hoy se pregunta en cuántas dejó ella la suya.
A fuerza de vivir aprendió que aunque hablar de los demás fue siempre el deporte favorito de muchos, hay otro que lo supera con creces, hablar de uno mismo. No importa qué se diga ni a quién se le diga, lo importante es hablar, y así mientras tanto, sentirse protagonista; porque en este deporte el escuchar, no parece ser una regla básica a cumplir.
Viviendo aprendió que aunque el tiempo a veces se antoje eterno porque haya días largos y horas tediosas, la vida es muy corta; pero esto es algo que se dio cuenta, cuando ya casi había pasado.
Viviendo aprendió que no todo lo que le convino es lo que quería, pero en más de una ocasión fue con lo que se quedó.
A fuerza de vivir aprendió que todo lo que se consigue tiene un precio, arrastrando a menudo tras de sí, una renuncia.
Hoy, mirando hacia atrás recuerda haber elegido a sus amigos, pero el tiempo le enseñó que para el amor no existe esa opción. Él nace y se impone, no hay elección posible.
A fuerza de vivir aprendió que a veces la vida despliega sus alas brindando realidades que jamás podrían soñarse por ser demasiado bonitas.
Aprendió que hay momentos muy buenos y ratos demasiado malos, pero los dos necesitan de ilusión y esperanza para seguir adelante.
Y ahora, cuando su pelo luce plata y los surcos se le marcan en la piel, se rinde ante la evidencia de lo que a fuerza de vivir aprendió:
No hay una escuela mejor que la vida ni una asignatura más grande y más importante que VIVIR.
Buena reflexión Pilar, aprender a vivir y sobre todo vivir, eso es lo más importante.
Un saludo
Muchas gracias, un abrazo.