
El verano
El verano amenazante nos pisa con fuerza, y el sol justiciero es esa mano ejecutora que nos convierte en muñecos de trapo, que a diario arrastran sus ligeras piernas convertidas en losas pesadas, difíciles de levantar.
Las perspectivas no son buenas, el estío es demasiado prometedor, asegurándonos días bochornosos, vientos insalvables y noches prendidas de horas de insomnio, esperando impacientes que la temperatura nos de un respiro.
Pero ahora, que la noche ha caído y nos envuelve en una brisa piadosa, ahora que cada rincón de mi casa rezuma silencio, solo roto por los saltos incontrolados y subidos de adrenalina de mi gato Yuri, creo que es posible olvidar la gran vehemencia con la que el verano nos está azotando, incluso antes de llegar.
El ventilador cadencioso, cuya única obligación es girar y girar, y a ser posible hacerlo en silencio, es en esta noche la mejor de las compañías; su brisa que suave baja del techo me reconforta junto con el tímido fresco que entra por mi ventana.
Durante unas horas, la canícula nos ha dejado respirar.