
Sin ni siquiera un adiós
Sin ni siquiera un adiós.
Era necesario que así fuera, porque no cabían palabras en aquella despedida, ya que cualquier motivo hubiera valido para quedarse, y ella tenía claro que debía de marcharse ¡La decisión estaba tomada!
Comenzó a caminar con la mirada al frente, y mientras su corazón quería parar, su cabeza la empujaba a no volver la vista atrás, le aconsejaba a no decir ni siquiera adiós.
Porque volver la cabeza supondría encontrarse con su mirada, perderse en un nuevo abrazo de despedida, y ceder así, a volver a intentarlo; porque los entresijos de ese amor eran tan tupidos que sabía que le resultaría muy fácil volver a enredarse en él, y tremendamente difícil zafarse de sus delgados y fuertes hilos, esos que con tanta facilidad trastornaban su alma y alteraban su vida.
Por unos instantes sus pasos se volvieron lentos, confiaba en oír su nombre, estaba convencida de que si lo escuchaba gritar correría de nuevo a su lado, pero no lo oyó, aunque está segura de que lo gritó.
Las piernas se le hicieron pesadas y de sus ojos comenzaron a brotar lágrimas incontroladas que rodaban por sus mejillas, impidiéndole ver el camino que se abría ante ella. Si hubiera mirado atrás a penas habría podido divisar su silueta, porque ya quedaba demasiado lejos.
Se enjugó las lágrimas y respiró hondo mirando al cielo. Tendría que aprender a vivir sin él, porque ya no había marcha atrás.
Hay despedidas que cuestan un mundo, pero realmente son necesarias…
Qué preciosa forma de expresarlo en este relato, Pilar. Le deseo mucha suerte y fortaleza a tu protagonista en su nueva vida :)
¡Un abrazo!
Yo también espero que lo logre. Muchas gracias y un besote.
Hay personas que a pesar de quererlas mucho debemos dejar atrás. Hermosa maner de expresarlo.
Muchas gracias por pasar por aquí. Un besito.