
El cocker, una raza de perro
El cocker, una raza de perro que me lleva a recordar a nuestra primera mascota. Son muchos los años que llevamos en mi familia conviviendo con un perro en casa, conviviendo además intensamente como uno más, de ahí que haya querido contar mi experiencia y lo que he aprendido en relación a la salud de estos animales, y si de camino os sirve de algo, mejor que mejor.
Nuestro primer perro fue un cocker llamado Robin, con una cara preciosa, un rechoncho cuerpo y más bueno que el pan.
Solo tuvo un problema las pulgas y las garrapatas, hace años no había tantos productos y nos costaba muchísimo erradicarlas del todo. Creo que esos bichos tuvieron mucha culpa del problema de piel que tenía Robin, así se llamaba mi perrito, una dermatitis bastante complicada de tratar y que a veces se mezclaba con intertrigo en los dedos de las patas sobre todo en las delanteras.
Esta enfermedad de la piel se manifestaba con rojeces e inflamación y había que curarla con un complicado tratamiento en el que había que disolver unos polvos en agua y meter las patas del perro. ¡ Ya os podéis imaginar lo que esto suponía!
El cocker también tenía el problema de las orejas, como sabéis son largas y con mucho pelo, eso las hace pesadas impidiéndoles a los oído respirar y airearse lo suficiente, de ahí que puedan tener con cierta frecuencia otitis. Ya sabéis inflamación del oído.
Hay que limpiárselos bien y de forma periódica, tanto para curarlas como para prevenirlas, suelen ser incómodas y dolorosas para el animal, además de producir un olor fuerte y desagradable para las personas. Robin, también la padecía.
Quiero aclarar que cuando un perro tiene algún problema de oído los primeros síntomas son las sacudidas de cabeza, si veis que lo hace a menudo miradle las orejas y aseguraros que no la tiene sucias ni le huelen, porque esos son los primeros síntomas.
Otra cosa que hay que cuidarles son los ojos, se les debe de limpiar a menudo, suelen llorarles y criarles legañas. Lo cierto es que el excesivo pelo es el culpable de muchos de los problemas de esta raza.
Mi perrito murió joven solo con cuatro años; pero tuvo una vida feliz, intensa e incluso una vida en libertad, entre otras cosas porque su tamaño y carácter no generaban temor a nadie, de ahí que saliera libre a dar su paseo y luego al volver llamaba a la puerta con la pata para que le abriésemos.
El fue nuestra primera experiencia con perros, y digo yo que nos debió de gustar porque aquí seguimos.