
Una visita inesperada
La adolescente que fui vino a visitarme, fue una visita inesperada… entré curiosa en la habitación, y allí estaba ella, erguida y un poco descarada como es la juventud. Me recibe en silencio, tampoco yo hablo nada, me siento frente a ella y escudriño su rostro joven, me alegro de volver a verla, pero no se lo digo; lo cierto es que temo que me traicionen los nervios y no estar a su altura.
No puedo dejar de mirar su bonito rostro, su piel tersa y sus labios rojos. Ella se remueve en el asiento de la silla donde está sentada, pero nada dice, se deja observar y yo aprovecho para contemplarla, por si acaso nunca más vuelvo a tener otra oportunidad.
Por fin me atrevo a hablar, y un tanto titubeante le pregunto qué piensa de mí, al fin y al cabo soy esa persona en la que ella se convirtió.
Preferiría ser siempre joven. -Me respondió un tanto insolente, o al menos esa fue mi sensación-
Pero no estás mal, siempre pensé que sería peor hacerse mayor.
Nos quedamos en silencio, y comencé a percibir como empezaba a sentirse cómoda en mi presencia, después de un minuto más, me preguntó entre descarada y curiosa:
¿Se cumplieron mis sueños, esos que también fueron tuyos?
-Creo que la desilusioné al responderle con otra pregunta-
¿Cuáles eran esos sueños? Ha pasado demasiado tiempo y no estoy segura de todos mis deseos pasados.
Soñabas con ser libre y volar, no sé a donde ni cómo de alto, pero volar hacia ese lugar en el que nadie pudiera alcanzarte, ni siquiera la lluvia.
-Sonreí-
Bonito sueño. -Comenté pensativa-
Es verdad, siempre soñaba con volar, y sobre todo hacerlo por encima del mar y de las montañas para no encontrarme con cables que me impidieran subir hacia el cielo, pero no, no llegué a hacerlo realidad.
-Ella sonrió-
Yo le agradecí la sonrisa.
¿Sabes una cosa? Mi mayor logro y de lo que estoy más orgullosa es de mi empatía con mis hijos, sobre todo en las etapas difíciles de la adolescencia y primera juventud, algo que he logrado porque nunca te olvidé, siempre estuviste presente, recordándome en todo momento que deseé unas alas que nunca tuve; esto hizo que jamás yo recortara las suyas.
Creo que he conseguido educarlos sin manipular.
Ella se puso en pie, se acercó despacio y me dijo con voz cantarina, como siempre solía hablar:
¡Creo que al final tuvimos suerte! Me ha alegrado conocerte. Creo que te has hecho mayor pero no has perdido mi esencia, a pesar de que los años hayan pasado.
La vi alejarse, pero tuve la sensación de que nos volveríamos a encontrar.
Pilar: muchas cosas pensé mientras leía tan buena prosa pero hay una sensación que prevaleció: que sos una mujer positivamente inteligente.
Muchas, muchas gracias primero por leer lo que escribo, segundo por comentar,tercero por animarme y quinto por verme tan positivamente. Creo que nos llevaríamos muy bien, me da la sensación de que tendríamos muchas cosas en común.