
Gente sin rostro
Gente sin rostro, piernas con prisa, mentes abstraídas que lamen sus propios pensamientos, ignorantes de todo lo que no sea sus propias vidas, inmersas todas ellas en la vorágine de una existencia que amanece igual cada mañana, sin importar demasiado si se abren las ventanas o permanecen cerradas.
El mar de color gris asfalto y el manto de humo que pulula a diario sobre las cabezas se mezclan con el irritante sonido de tanto coche que ruge, tratando de buscar la mejor posición, en la absurda carrera por llegar al siguiente semáforo. Todo ello conforman las mañanas en una ciudad.
Un despertar en el que el sol no suele estar en condiciones de ser observado, porque aquellos bloques que pretenciosos intentaron acercarse al cielo, aunque no lo lograron, apenas dejan divisar el horizonte.
Gente sin rostro de mañanas repetidas, que espera impaciente el paso de las horas para desandar lo andado, y mezclarse con esa marabunta que de nuevo saldrá a la calle para dejarse empujar por esa hora que marca el reloj.
Sin rostro y sin sonrisa, ansiosa por llegar al lugar donde al despuntar el alba dejaron mezclados un beso de buenos días, el aroma de un café y el hasta luego, como la promesa del regreso. Solo allí, en aquel rincón del planeta, dejará de ser gente sin rostro para convertirse en personas que sí saben sonreír.
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10 Comentarios
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- El Día de las Ciudades : Entre Dos Líneas | 31 de octubre de 2016
Qué bueno es hacer estas reflexiones brillantemente escritas. Pilar Serrano es un alma inquieta y una mente despierta. Por eso no me pierdo «Entre Dos Líneas».
Muchas gracias una vez más, tus comentarios la mejor de la publicidad. Un besazo.
Gracias guapísima. Un abrazo.
Desde luego, has mostrado de manera brillante lo que sentimos millones cada mañana, camino del trabajo como zombies. Fantástico.
Me alegro que te gustara. Un saludo.
Muy bueno. Un momento cotidiano muy bien descrito. Me encanta el párrafo final.
Un besillo.
Gracias una vez más María, por andar por aquí.
Me ha gustado especialmente ese último párrafo de un momento cotidiano y que, al menos, al llegar a casa se reencuentren con su rostro y su sonrisa.
Saludos
Mil gracias por andar por aquí. Un abrazo.