La primera vez

La primera vez,  no siempre ha de ser la mejor, pero sí diferente e inolvidable.

El amigo de la infancia, ese, que quizá hoy no reconocerías pero que en cambio no puedes olvidar, con él fueron los primeros juegos y los grandes momentos de complicidad, la primera fiesta, aquella primera copa que tan mal te cayó y las mariposas que por primera vez bailaron en tu estómago, cuando tu primer amor te regaló una sonrisa.

Aquel primer beso, el primer libro que leíste, e incluso el primer desengaño, ese, que quizá no fuera el más grande, pero sí fue el primero que te hizo llorar, de ahí que se convirtiera en inolvidable; como inolvidable fueron las mil sensaciones que tus sentidos notaron, cuando por primera vez, se llenaron de mar, sal y arena.

Difícilmente podrás olvidar tu primer intento, aunque no lo consiguieras, o aquella otra ocasión en la que ni siquiera lo intentaste, fue entonces, la primera vez que te arrepentiste profundamente de algo.

En el comienzo de la vida, cuando el trayecto andado es corto, y aún nos queda mucho camino por recorrer, casi todas las primeras veces se convierten en imágenes imborrables, olores increíbles y marcas difíciles de ignorar. Todo, nos sorprende y nos asombra.

La vida te va a regalar instantes maravillosos, pero siempre existirá ese minuto para el recuerdo de aquella primera vez.

Tu primer coche que con tanta ilusión estrenaste, el primer viaje, el primer árbol que plantaste, la primera rosa que brotó en tu jardín, e incluso el primer poema que un día escribiste, van a tener siempre un sabor especial.

Lo cierto, es que no tengo respuesta alguna ante la pregunta de por qué la primera vez es tan singular, solo se me ocurre pensar, que las huellas grabadas sobre un alma limpia de experiencia y cargada de ingenuidad, han de ser distintas a cualquier otra.

La primera vez, no siempre ha de ser la mejor, pero sí diferente e inolvidable.