
El viejo
El viejo dormita bajo el sol suave y generoso que le provoca una grata caricia en su piel ajada, a la par que tiempla su viejo y achacoso cuerpo.
De vez en cuando, su ojos se abren alertados por algún sonido que no alcanzan a adivinar, por unos minutos parece interesarle alguna cosa, luego puedo ver como su mirada abstraída vuelve a perderse en algún punto no demasiado lejano.
– ¿En qué piensa el viejo? Me pregunto curiosa.
No sé porqué, algo me hace sospechar que no será en el futuro…
Sigo observándole a media distancia; parpadean sus ojos y cambia la dirección de su mirada.
Un niño pasa cerca, y por un instante se despierta su interés, luego es otro punto, sin sentido para mí, el que provoca la atención de su mirada, ahí será donde nuevamente se ausentará durante un puñado de segundos, como si nada más ocurriera a su alrededor.
Si hubiera tenido valor me habría acercado a él un poco más para sumergirme en el fondo de sus pupilas, quizá así hubiera podido descifrar algún enigma de su alma; aunque me tuve que conformar con la proximidad de su rostro, un rostro arrugado y marcado por el paso del tiempo.
Inexorablemente los años le habían dejado sus huellas, cicatrices cargadas de vida. Una vida vieja, pero vida al fin y al cabo.
Unos segundos después eran sus manos las que llamaban mi atención, las observé detenidamente durante unos segundos, siempre creí que las manos tenían la capacidad de contarnos mil historias, y estas no iban a ser una excepción.
Tuve la impresión de que una vez fueron unas manos fuertes y trabajadoras, incluso, por unos minutos pude imaginarlas enamoradas, ávidas de caricias y buscadoras de amor.
Por fin, ajeno a mis cavilaciones e incluso a mi presencia se incorporó con esfuerzo, luego, torpemente pero con toda la decisión que le permitieron sus piernas comenzó a alejarse.
Lo cierto es que tardé unos minutos en perderlo de vista, luego, yo también seguí mi camino, pero no pude remediar junto con su imagen, llevarme conmigo el sabor agridulce de la vejez. esa estación a la que todos llegaremos un día, salvo que nos hagan bajar antes.
Y que lleguemos y podamos contar nuestros recuerdos, vivencias. Fiel reflejo de la ancianidad, las manos, las arrugas de la cara, y las cicatrices que no se ven del corazón. Besos Pilar!!
Creo que debe ser duro, ojalá la llevemos con dignidad, creo que no se le podrá pedir otra cosa, la dignidad será suficiente. Un abrazo.
Precioso relato. Me ha encantado como has descrito esa imagen que nos llega nítidamente a la cabeza.
Un besillo.
Muchas gracias María, me alegra de que te gustara. Un besito.
Un retrato muy bien dibujado con letras