
Zaragoza de vacaciones
Fue el martes el día que salimos bien tempranito de casa para coger el AVE a Sevilla, en dirección Zaragoza.
Desayunamos tranquilamente en Santa Justa, y a las nueve menos diez en punto, arrancó el tren; a los pocos minutos ya corría a doscientos kilómetros hora, después de algún tiempo, cuando ya solo tenía vía por delante y un buen trecho hasta la próxima estación pilló los 300 kms/ h.
Nos reíamos pensando en aquel tiempo en el que siendo chicos, desplazarnos a ciento cincuenta kilómetros de distancia nos suponía seis horas interminables de viaje, en el que los niños de entonces solo teníamos una obsesión, saber cuánto faltaba para llegar.
Pero como hoy no es antes, a la una menos cuarto llegamos a la estación Delicias de Zaragoza.
Estaba nublado, no llovía, ¡ Pero hacía un cierzo ! que durante dos minutos, si os digo la verdad, creo que pensé que decididamente no era la época de viajar a Zaragoza.
Pero ya estábamos allí, y nos hizo un tiempo estupendo. El Ebro como todos sabéis iba crecido, pero eso a nosotros nada nos impidió.
En la calle César Augusto estaría nuestro alojamiento durante los tres primeros días, más que alojamiento nuestra casa, ya que era un estupendo apartamento con dos habitaciones, salón, baño y cocina, todo amplio y con grandes ventanales que nos dejaría disfrutar del despertar de una ciudad, que aunque desconocida, se nos antojaba agradable de vivir.
Los dos últimos días nos cambiamos a un hotel a la Plaza del Pilar, el sitio era privilegiado, asomados a la ventana veíamos toda la zona de la Basílica, el río y el ir y venir de la gente, que curiosos no querían perderse el atrevimiento de un río que no paraba de crecer.
Comíamos en la zona del tubo, un lugar donde van jóvenes y mayores, zona animada y tranquila a la vez, la misma sensación que nos causó Zaragoza en casi todas sus facetas.
Lo más bonito, la Basílica del Pilar, por dentro y por fuera nos pareció preciosa, y la estampa que resulta con el río Ebro a su espalda es impresionante.

La Virgen del Pilar
Nos sorprendió la cantidad de gente que había siempre en ella, rezando, escuchando Misa o simplemente gente a quien le gusta contemplar una obra de arte.
La Pilarica, mi tocalla, es chiquita y bonita, ella se lleva la atención de todos los que por allí pasan, sus 36,6 cms. de altura dan para mucho.

Retablo de La Seo de Zaragoza
La plaza del Pilar es amplia y despejada, pensada sobre todo para pasear. En ella, en una esquina se encuentra La Seo una preciosa y artística catedral.
Nos aconsejaron ir a conocer el Palacio de Aljafería, la verdad, está bien, pero entre que estaba en obras, y al lado de las joyas árabes que tenemos por Andalucía, nos supo a poco.
Pero en conjunto nos ha parecido una buena ciudad.
Del clima no me voy a quejar nada, no nos llovió y el frío se combatió bien; una de las tarde más frías fue la primera, pero como sarna con gusto no pica, pues el hecho de estar en lo alto del puente de piedra con un cierzo increíble, no nos impidió hacerle fotos a la Basílica, a pesar de que la mano que sacaba del guante se quedaba congelada en treinta segundos.

Catarata Monasterio de Piedra
Nuestra primera salida fuera de Zaragoza fue al Monasterio de Piedra, un lugar precioso que aunque la época no era la mejor para los árboles, sí lo fue para el agua, ya que las cataratas estaban a tope, aún recuerdo el sonido cadencioso y relajante del agua al caer.
Entre senderos, escaleras, cuevas y grutas se desarrolló nuestro paseo, largo y un poco cansado, pero que mereció la pena; solo así pudimos contemplar el nacimiento de las cataratas, riberas escalonadas de aguas claras e imparables y también donde las vertían, como en el caso de la catarata cola de caballo, que deja caer su agua a cuarenta metros de altura, creando un río verde como la esmeralda que termina en el lago de los espejos donde todo se puede ver, tanto lo que hay debajo del agua como todo aquello que se mira en su superficie, de ahí su nombre.

Lago de los Espejos
Fuimos al Monasterio, este fue habitado y en él vivieron monjes cistercienses, los también conocidos como monjes blancos, ya que ese era el color de sus hábitos; eran trabajadores de la tierra, algo que queda representado totalmente en este Monasterio de Piedra, por sus aperos de labranza.
Para completar el día nos acercamos a un pueblecito llamado Ariza, allí nació mi madre y quisimos aprovechar para hacer unas fotos.
Continuará…
¡Qué interesante! Cierto es que la capital aragonesa lo tiene todo. Zaragoza pone a disposición de los turistas un sinfín de opciones en cuanto a alojamiento, restauración, ocio, cultura y patrimonio.
Gracias por andar por aquí y por comentar. Un saludo.