
Y murió el hombre….
Y murió el hombre…
Aquel niño de manos pequeñas, de lágrima fácil y de piel de seda, que abrazado a su madre huía de la oscuridad, se hizo un hombre, y comenzó a soñar.
Ese que contaba estrellas, tragaba lágrimas y fingía sonrisas, ese hombre fuerte en apariencia que no supo hacer otra cosa que vivir mezclando ilusión con desengaño, esperanza con desilusión, amor con olvido y vida con fin, una madrugada cualquiera, cuando los perros aullaban allá a lo lejos, se borró su sonrisa, quedando solo el recuerdo de su voz, y su perfume.
Luego, se dejaron de oír sus pasos aunque quedaron sus huellas, y su cuerpo se durmió, pero su alma quedó colgada de una estrella, convertida en savia o en sal, mezclada con el agua del mar. ¿Quién lo sabe?
Y murió el hombre….
Y con el, se fue aquel niño de manos pequeñas, de lágrima fácil y piel de seda.