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El Caminito del Rey

El Caminito del Rey

Por el 26 de octubre de 2016 en Lugares con 4 Comentarios

El Caminito del Rey  situado en El Chorro, provincia de Málaga,  fue durante un puñado de veranos, una visita obligada para mí. Lejos de los ojos y de la mano del hombre, solo era cuestión de querer visitarlo ya que lo tenía muy cerca.

Mi familia y yo pasábamos días de vacaciones acampados en pleno Desfiladero de los Gaitanes, allí donde el río Guadalhorce logró a lo largo del tiempo abrir un cañón de siete kilómetros rompiendo la montaña en dos, y de cuya grieta brotaba con fuerza un gran chorro de agua que incesante y con fuerza pasaba a formar parte del cauce de un río, que sin opciones estaba condenado a morir en el mar.

¡ Cómo todos los ríos!

Junto a todo ello, un arroyo de agua cristalina y cientos de adelfas formaban parte de aquel paisaje que por unos días era solo nuestro.

¡ Sí, sí ! Ese lugar tan famoso y del que hoy todo el mundo habla fue hace tiempo el rinconcito que por casualidad encontró mi padre para pasar unos días en plena naturaleza, lejos del bullicio de las playas, y también por qué no, del calor sofocante de Sevilla.

Aún sonrío, al recordar las muchas tardes en las que solía adentrarme con mis hermanos en el laberinto de frondosa vegetación en el que jugábamos a perdernos como enanos en un mundo de gigantes, ese lugar en el que hoy el agua atrevida y la osadía del hombre, borró cualquier huella que nosotros pudimos haber dejado.

Túnel y Caminito del Rey testigos del paso del tiempo

Kilómetros de túneles, ventanas al Caminito del Rey.

Tampoco olvido las muchas veces que con todas nuestras fuerzas gritábamos a la inmensa montaña, para que ella, sumisa y generosa nos devolviera de nuevo nuestra voz. Algo, que curiosamente siempre hacía.

Después de unos pocos días, no tardamos en fijarnos en aquel caminito que atrevido rodeaba la montaña. Allí, como suspendido por arte de magia estaba él, humilde y desafiante a la vez. Estoy segura que esperaba ser visitado

¡ Y así lo hicimos!

Una mañana, cuando el sol se encontraba en lo más alto, allá que nos encaminamos los tres a nuestra aventura particular.

Sin pensarlo dos veces cruzamos el río por el único lugar posible que podíamos hacerlo sin mojarnos, un escalón hecho con piedras que parecían estar colocadas para nosotros. Nuestro reto, lograr atravesar a la otra orilla, de ser posible sin caernos al agua.

Ya al otro lado, y después de salvar un laberinto de adelfas y otros arbustos comenzábamos a subir por la ladera de un monte, en el que nuestros pies inseguros y resbaladizos se intentaban agarrar como podían sobre un suelo movedizo e inestable, en el que cientos de piedras esperaban ser pisadas para desprenderse, precipitarse hacia abajo y arrastrarnos con ellas.

El gran ventanal para el viajero

Esa subida era nuestro acceso

Esa subida era nuestro siguiente reto, y nuestro destino llegar al impresionante puente de hierro por el que veíamos pasar el tren varias veces cada día en dirección a Málaga o de vuelta a Sevilla.

Siempre y sin excepción saludábamos a aquellos viajeros que cuando la oscuridad les daba un respiro se asomaban a las ventanillas para poder contemplar durante un minuto escaso este paisaje tan sorprendente.

Era divertido corresponder a sus saludos, a la vez que nos sentíamos los protagonistas de ese impresionante cuadro naturista y único, que ellos admiraban asombrados.

¡Qué tiempos aquellos!

Y no lo digo con tristeza, yo no soy de la que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero algo de nostalgia si que se siente al recordar momentos y situaciones que jamás volvieron, ni volverán a repetirse.

Para seguir nuestro camino, teníamos que dirigirnos hacia la izquierda y en seguida dos o tres escaloncitos nos indicaban que estábamos en pleno Caminito del Rey, ese del que todo el mundo habla hoy y para el que es tan complicado conseguir entradas actualmente.

En los primeros años nuestro caminito particular estaba en muy buenas condiciones, tanto su suelo de cemento como su baranda formada por dos tubos de hierro, hacían su función, ambos nos daban seguridad tanto cuando el viento arreciaba en algún recodo de la montaña, como cuando atrevidos nos asomábamos apoyándonos en la mencionada barandilla; hasta llegar al peculiar puente de madera, este que se ve en la fotografía.

Esta especie de pasarela une a las dos montañas, debajo de ella caía incesante el gran chorro de agua, y ahí acababa nuestra aventura. Nunca nos atrevímos a recorrer la otra cara de la montaña porque la soledad y el silencio eran demasiado grandes y nosotros un poco pequeños.

Puente de madera en el Caminito del Rey

Puente de madera que une las dos inmensas montañas.

Así, que justo allí comenzaba nuestra vuelta, convencidos de que el Caminito del Rey estaría en el mismo sitio el próximo verano.

De esta forma, fueron pasando los años y aunque el seguía en el mismo sitio, cada vez parecía costarle un poco más mantenerse en pie, la baranda rota en algunos lugares iba siendo sustituida por trozos de cuerda, y el suelo, lejos de proporcionar seguridad, nos permitía ver a través de sus grandes boquetes el agua que inmutable corría bajo nuestros pies.

Así fue como con el paso del tiempo se cerró el acceso al Caminito del Rey.

 

No pasar al Caminito del Rey

El Caminito del Rey en gran deterioro antes de su reforma.

Hoy hay un nuevo caminito, no es el nuestro, está por encima, imagino que era más barato y más fácil hacer uno nuevo que restaurar el antiguo; pero nada es igual, porque todo es organizado, controlado, vigilado y limitado.

Aún no he ido, complicadísimo lograr entradas, ya que detrás hay un gran negocio, donde administración, empresa, agencias y restaurantes se reparten el pastel, y a nosotros, ciudadanos de a pie, nos dejan un triste 10% de ellas, siempre que no queramos hacer negocio con nadie, y nos resistamos a comer y a dormir donde ellos nos digan.

De cualquier manera, estoy convencida de que lo mejor del Caminito del Rey lo vivimos nosotros. Ese será siempre nuestro privilegio.

 

 

 

4 Comentarios

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  1. Julia C. dice:

    Qué gran privilegio haber conocido ese precioso paraje y haber podido disfrutar de él como si fuera «solo vuestro». No me extraña que recuerdes esos tiempos con cierta nostalgia, Pilar, porque fueron buenos, felices y únicos para vuestra familia.
    Hoy, como bien dices, es otra historia…

    Una entrada preciosa, me ha encantado leerte :)

    ¡Un saludo!

  2. Qué bonito paisaje Pilar y qué entrañables recuerdos. Me quedo con tu frase final, no tengo ninguna duda de que lo mejor de ese caminito lo vivisteis vosotros.
    Un saludo

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