
El ataque de risa, una batalla perdida
No hay nada mas divertido que reírse; aunque a veces el ataque de risa nos hace pasar un mal rato.
¿No os sucedió alguna vez que un detalle os desencadenó unas risas tímidas y comedidas, pero que al pasar unos minutos se fueron convirtiendo en una cascada de ellas, sin posibilidad de parar?
Solamente con mirar al cómplice que tenemos enfrente ( porque está claro, siempre hay al menos dos personas, en ocasiones como éstas) un chorro de sonidos graves se agolpan en nuestra garganta, y aunque tratamos por todos los medios de contenerlos, ellos emergen de nuestro interior con un ímpetu difícil de reprimir, y a pesar de intentar ahogarlos, aún a riesgo de asfixia, terminan provocándonos lágrimas que brotan de nuestros ojos sin ningún tipo de control.
De hecho, en la mayoría de las ocasiones perdemos la batalla, y la risa que tan desesperadamente hemos intentado reprimir irrumpe en nuestra garganta como si de ello dependiera nuestra vida, dejándonos en total evidencia ante cualquier persona que tengamos cerca, y que por supuesto no entiende nada de lo que está ocurriendo.
Durante un instante, la vergüenza y el temor al ridículo se apoderan de nosotros, pero ya es demasiado tarde, la risa nos ganó la partida y lejos de saber las razones, nos dejamos arrastrar por ella, sucumbimos a sus estragos y nos ponemos a su merced, hasta que poco a poco, respirando hondo e intentando no pensar
demasiado en lo ocurrido, se va desvaneciendo y vamos recuperando el control de nuestras emociones, que tan súbitamente y a traición nos robó durante unos minutos.