
¡Vete al carajo!
¡ Vete al carajo! Todos conocemos esta expresión y para qué se usa.
Para mandar a alguien lejos, ya sea porque nos incomoda, nos fastidia, e incluso, porque nos parece increíblemente absurdo aquello que nos cuenta.
¿Pero dónde está su origen?
Para conocerlo tenemos que remontarnos a la época en la que grandes carabelas españolas cruzaban los mares en busca de nuevos mundos y fortuna; en estos barcos de grandes mástiles, había uno especialmente largo y con una forma que se asemejaba a la del aparato sexual masculino, de ahí que se le conociera con el nombre de carajo.
En él se encontraba una cesta donde el vigía se colocaba y oteaba el horizonte, para así, avisar de cualquier avistamiento; un lugar peligroso a causa del viento que soplaba con fuerza, provocando a menudo, mareos y otros problemas de salud.
Por todo eso, se creyó que era el sitio idóneo para que aquellos que desobedecieran las órdenes o las normas, cumplieran el castigo impuesto.
Así fue, como se comenzó a usar la expresión. ¡Vete al carajo!
Me resulta curioso como una frase nacida en un lugar tan peculiar haya llegado hasta nuestros días con un significado tan parecido, aunque obviamente aquel que la dice no espera que nadie suba a un mástil, pero sí, que al menos desaparezca de su vista por un rato.