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Por encima de las nubes

Por encima de las nubes

Por el 28 de septiembre de 2015 en Apuntes con 4 Comentarios

Sentirme por encima de las nubes aquella primera vez que volé en avión fue increíble, a pesar de que los primeros minutos fueran decepcionantes, ya que precisamente esas nubes no me permitían ver la tierra.

Cierto es, que al estar junto a ellas además de por encima, hizo que perdieran algo de magia por unos minutos, pero solo fueron unos instantes, porque al sentirme tan cerca del cielo la imaginación comenzó a trabajar, colocándome en alguna esquina blanca y esponjosa de una nube cualquiera; desde allí podría contemplar detalles que hasta aquel momento, solo había podido imaginar a ras del suelo.

Según corrían los minutos los grandes claros se fueron entremetiendo entre ese humo blanco y denso que dejaba a ratos cachos lejanos y verdes de tierra fresca, y en cambio, en otros momentos aparecían ante mi vista ondulaciones y rectas inmensas como dibujados en un folio por la mano de un niño.

Eran tantos los colores a observar, tantos sus matices, los cientos de verdes, amarillos, naranjas, ocres, marrones, rojos… con sus sombras y sus luces, todos un regalo para aquellos que observábamos extasiados el paisaje que nos regalaba el planeta Tierra.

En unos pocos segundo la luz cambió, y aquella paleta de colores se volvió monocolor, y ante mis ojos y como por arte de magia apareció el infinito mar.

Esa inmensa superficie azul sin principio ni final, nada tenía que ver con aquel mar que yo conocía, al que hablamos de tú a tú mientras paseamos a su lado, ese mar que generoso nos permite jugar con sus olas que distraídas llegan a la orilla y distraídas se vuelven a alejar.

Ese océano que yo contemplaba era diferente a ese otro familiar y desconocido a la vez, con el que muchos convivimos a diario, este se me antojaba solo la sombra del gigante que ahora tenía ante mis ojos; un coloso de color azul que se balanceaba incansable, ajeno a todo lo que pudiera ocurrir a su alrededor, imperecedero e intangible, dándome la sensación de ser eterno.

Mi primer vuelo seguía su trayectoria, de ahí que en algún momento, salpicando el  vasto campo aparecieran pequeñas construcciones que desde arriba daban la sensación de ser refugios de insectos en miniaturas, insectos tan pequeños que nuestros ojos no podían ver, ya que estábamos por encima de las nubes.

Un minuto quedé abstraída, luego inmediatamente caí en la cuenta de que esos seres minúsculos éramos nosotros, y que desde arriba donde nos encontrábamos no había tanta diferencia entre nosotros y esos seres minúsculos que tan a menudo despreciábamos.

Por encima de las nubes tuve que reconocer que la humanidad no es más que un insecto, a merced de un pisotón.

Luego, tengo que reconocer, que según íbamos llegando a nuestro destino y comenzamos a sobrevolar la gran ciudad creció en mí el concepto de lo que somos.

Ante mis ojos fueron apareciendo esas construcciones hechas e ideadas por el hombre, carreteras, puentes, instalaciones eléctricas, monumentos, edificios increíbles que retaban a cualquier ley física…

Todo ello me llevó a reconocer, que quizá si nos merezcamos el planeta que tenemos, solo hemos de cuidarlo, porque de no ser así, seremos más torpes que los insectos y nos convertiríamos en merecedores de un buen pisotón.

 

4 Comentarios

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  1. Ana dice:

    Querida Pilar:

    Me han propuesto para el premio Blogueras con buen rollo. He pensado proponerte a ti también. Si te apetece puedes pasarte por mi blog «El crujir de la escarcha» y recoger el premio.
    Un beso
    http://elcrujirdelaescarcha.blogspot.com.es/p/blog-page_28.html

  2. Tus ojos de niña, Pilar, y tu mirada de adulta hacen de este post una pintura perfecta y completa de lo infinitamente pequeños que somos y de lo grandiosos que podemos llegar a ser si nos cuidamos y cuidamos a nuestro planeta azul.
    ¡Excelente! ¡Muy oportuno!
    Abrazote.

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