
La rutina que todo lo empapa
La rutina que todo lo empapa llegó inesperadamente. Un día, descubrieron que no estaban solos, entre ellos se había instalado una intrusa que sin preguntar se coló en sus vidas tiñéndolas, cuanto menos, de color gris.
Esa entrometida, a la que nunca recuerdan haber llamado comienza a dirigir sus días, al principio no se percatan de ello, pero cuando se quieren dar cuenta había minado la relación, convirtiendo los mejores de los sentimientos en unas sensaciones con olor a rancio y sabor aburrido.
Una extraña que pronto dejó de serlo para convertirse en alguien familiar, se acomodó en el mejor sillón de la casa y de la noche a la mañana les había ganado la partida, y de esa forma el amor y el cariño dejaron paso a la desgana y a la indiferencia.
Así, los mejores momentos pasaron a ser hábitos aprendidos, convirtiéndose en acciones automáticas en las que el afecto y la ternura que una vez fueron frescos y espontáneos, terminaron embebidos en algún rincón del alma.
Nadie les dijo que contra la rutina había que luchar despiadadamente para evitar que empape al amor, pasando así, a ser papel mojado, y más tarde deshacerse entre los dedos.
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