
El indulto de una hormiga
El indulto de una hormiga lo llevé a cabo esta mañana, lo hice por lo que se hacen todos los indultos, por un buen comportamiento y una buena actitud.
Os explico:
La calidez de este invierno ha sido la culpable de que a diario, sobre todo por las mañanas, una hilera de hormigas desfilen tranquilamente por la encimera de la cocina; primero eran unas pocas, luego algunas más, y ahora en primavera y sin ningún tipo de pudor, un montón de ellas se pasean a sus anchas por todo lo largo y ancho de dicha encimera, esperando encontrar algún resto de alimento por muy pequeño que sea, ya que a ellas les vale todo.
Yo, amante de los animales odio a las hormigas en mi casa, fuera de ella no tengo nada en su contra, pero cuando al levantarme por las mañanas las veo correr de un lado a otro como motitas negras con patas, las mato.
Lo siento, pero las aplasto con las manos, con un papel o con un paño de cocina, las formas me da igual, el caso es lograr mi objetivo, que desaparezcan de mi vista.
Las pobres corren y tratan de zafarse intentado esconderse en cualquier ranura, o tras el primer objeto que encuentren en su camino, pero tengo que decir que pocas logran salvarse de la mano que las persigue.
Esta mañana, ocurrió lo mismo que días atrás, yo con destreza fui haciendo desaparecer cada una de las hormigas, pero quedó una, la última, pequeñita y vivaz corrió más que ninguna, sorteó los obstáculos que se fue encontrando, escondiéndose habilidosamente tras las bandejas de las que salió despavorida cuando yo las moví para ir buscarla, luego se dirigió a toda prisa hacia la maceta, allí, rodeó el plato donde escurre el agua, de forma que mientras yo trataba de encontrarla ya corría ella hacia el soporte de los cuchillos, para luego llegar a la quesera, bordear la encimera y volver al fregadero.
Un segundo tuve para aplastarla, pero en ese pequeño instante una idea me vino a la mente, o mejor un sentimiento. «No merecía morir».
Me había demostrado ser una superviviente, una hormiga luchadora y atrevida que apostó por seguir viviendo, así que le concedí el indulto, el indulto de la hormiga, y la dejé vivir. ¡Se lo había ganado!
Ojalá, pensé, toda la gente luchadora, esa que incansable trabaja por sus sueños y por sobrevivir se encontrara que la vida le reconoce su esfuerzo y le vuelve a dar una segunda oportunidad si fuera necesario.
Me ha gustado mucho la reflexión. A mi me sucede lo mismo, suelo encontrarme hilos de hormigas en la cocina y huelga decir que también las suelo aniquilar. Pero creo que tienes razón, de vez en cuando un luchador/a se merece un adulto. Buen relato ; )
Muchas gracias, me alegro que te haya gustado.
Tu texto me ha hecho sonreir primero y reflexionar después, Pilar. Sin duda un esfuerzo tan grande y tamaña tenacidad por sobrevivir bien valen un indulto :)
Un abrazo!
Muchísimas gracias Julia por estar por aquí. Yo creo que sí que de vez en cuando todos nos merecemos un indulto. Un abrazo.
Aunque parezca un cuento, yo he vivido la misma experiencia y también ofrecí el indulto a la luchadora y pensé que una hormiga como yo podría merecerlo de la vida muchas veces.
Sin lugar a dudas casi todos nos lo merecemos alguna vez, pero la vida no siempre es justa. Un besazo.
me encanta, me has hecho ver a las trabajadoras hormiguitas desde un punto de vista mas cercano, gracias por compartir,te compartire con tu permiso en una coleccion que he creado de ESCRITORES QUE ME ENCUENTROPOR LA RED, te seguire, tienes una dulzura escribiendo que me gusta.
Guau!! Mil gracias,me encanta que te haya gustado, mi bol entredoslineas.com está a tu disposición. Un abrazo.
Hola Pilar, la verdad es que has descriti un hecho que creo es de lo más común en la mayoría de hogares. Me he visto a mi misma también detrás de las insistentes hormigas y me he encontrado en esa situación de indulto. Como bien dices su valentía y esfuerzo bien merece el indulto.
Me ha encantado.
Un fuerte abrazo y muy feliz verano.
Muchas gracias Marina, un gustazo saber que te gustó, un orgullo viniendo de ti. Un besote.